jueves, 21 de marzo de 2013

Los niños, el baile y los Cantajuegos

Recuerdo que antes de tener a Paula, cuando mis compañeras y amigas me hablaban de las bondades de los archi-conocidos cantajuegos, a veces pensaba... "¿No hay planes mejores para compartir tiempo junto a los peques que ponerles delante de la tele a embobarse con las canciones y bailes del dichoso grupito...?.

Bien, no es que me desdiga de aquello. De hecho, no me gusta que los niños se emboben durante horas delante del televisor, ordenador, móvil o cualquier otro aparato que sustituya a papás, mamás, y en general personas de carne y hueso, árboles, pájaros, nubes, piedras...

Sólo es, que ahora he descubierto el otro lado, o lo he visto desde otro prisma. Papá Burbujita se hizo con todos los discos que tienen en el mercado (y con alguno que otro que no tienen en el mercado y que alguien se ha encargado de disfrazar de cantajuego cuando la realidad es de lo más alejada..., pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento...), y aunque en un principio pensamos, "mi niña es muy pequeñita todavía para bailes y canciones, no creo que esto le guste y le divierta", como veíamos que en la guarde, de vez en cuando, les ponen esas canciones de fondo y hacen bailecitos en corro (los que saben y pueden), decidimos probar en casa, a ver su reacción, si le hacía gracia, si le interesaba...

¡La sorpresa ha sido mayúscula! Se divierte ella, nos divertimos nosotros, bailamos juntos, cantamos, hacemos el gusanito, la tortugina... Vamos, toda una estampa. Me encanta verla reir a carcajada limpia, viéndome hacer la tortuga, la trompa del elefante, dando palmas o cuando la cojo en brazos para bailar el patio de mi casa.

De repente, me encuentro regresando a ratos a mi niñez, bailando y cantando con y para mi gordita viejas canciones por las que parece que no haya pasado el tiempo. Ella mueve las manos , imita los gestos que hacen los personajes que aparecen en cada canción,  balancea y sube y baja la cabeza al ritmo de la música, mira los dibujos y niños que aparecen en pantalla, y sobre todo mira a su mami que no para de hacer el tonto para ella!.

Me gusta que se divierta y que disfrute con la música y el baile. Recuerdo cuando yo era una niña, y lo que más me gustaba del mundo, era pasar una tarde entera saltando de un disfraz a otro, micrófono en mano, fabricado por mi misma con un boli que llevaba pinchada en su punta una bola de papel de aluminio, cantando e inventando bailes. Sentaba a mi madre en el patio de butacas, o lo que es lo mismo, en el sofá, y ¡a disfrutar del espectáculo!. Allá que aguantaba ella, mirando a su hija organizándole festibales.

El baile ha formado parte de mi vida desde bien pequeña, sobre todo de mi infancia y adolescencia (hice ballet durante más de 10 años) y se convirtió para mi en una pasión. Además, creo que es muy enriquecedor.

Y a raíz de todo esto, se me ha venido a la cabeza una introducción que Pablo Motos hizo en el hormiguero hace unos meses sobre la imposibilidad de ser infeliz mientras se canta y se baila.



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Parece ser que cuando se baila y se canta, y en general ante actividades relajantes y placenteras, el cuerpo se relaja, además de segregar determinadas hormonas que hacen que nos sintamos en definitiva, mejor. Y por extensión, nuestra mente también. Sería algo así como que no podemos romper la diada cuerpo-mente. ¡Si el cuerpo es feliz, la mente es feliz!. Esta afirmación lo simplifica mucho, pero todo tiene su explicación.

Las endorfinas son unas sustancias (péptidos opioides endógenos, o lo que es lo mismo, que fabricamos nosotros mismos de forma natural), que utilizamos de forma inconsciente para atenuar el dolor y/o producir una sensación de bienestar. No en vano son conocidas como las hormonas de la felicidad, y de alguna forma recompensan todo lo que es bueno para la salud, la del individuo y la de la especie, es decir, recompensan actividades que aseguren el mantenimiento de la especie, (el amor, el sexo, comer...).

Y haciendo un inciso respecto a este último punto. La lactancia materna es una de las conductas que producen un aumento considerable de nuestras endorfinas... Interesante al menos, verdad?.

Se trata de un sistema de adaptación que amortigua el dolor: sin ellas un simple roce sería doloroso; por eso el ejercicio físico incrementa su producción. Pero también recompensa lo que es bueno para la salud, el bienestar y la armonía, o el mantenimiento de la especie: el amor, el sexo, la lactancia materna, comer. Es un sistema que premia la “creación de lazos” ya sean amorosos, amistosos, familiares o sociales. El contacto piel con piel aumenta su producción: es la base del “sana sanita” con que las madres “curan” a sus niños. La sensación de euforia del enamoramiento o el estado de bienestar tras el orgasmo son ejemplos de un “pico” en la producción de endorfinas. A ellas se debe el placer que produce la contemplación de la belleza, el contacto con la naturaleza, la risa.  Extraído del artículo "Endorfinas, la droga legal" de Isabel F. del Castillo.

Dicho todo esto, sobre un tema que daría para unos cien mil post más o menos..., creo que el baile además de todo lo anterior tiene grandes beneficios para los niños. Yo lo he comprobado durante años, y ahora echando la vista atrás, lo puedo corroborar.

El baile ayuda a los niños a perder la timidez, a adquirir seguridad en sí mismos, confianza y autoestima. También ayuda a liberar tensiones, conocer y controlar nuestro cuerpo. Además se estimula la memoria, el oído, el sentido del ritmo... Sin contar otros beneficios para la salud como fortalecer los músculos, combatir el sobrepeso, eliminar toxinas...

Si hablamos en concreto del ballet, que fue la actividad que yo realicé, a todo lo anterior le podríamos añadir un montón de cosas, como la disciplina física y mental que exige y enseña, el desarrollo de la sensibilidad permitiendo expresar sentimientos y movimientos con total libertad, corrección y eliminación de malas posturas, aumento de la elasticidad, adquisición y mejora del equilibrio y los reflejos... Y un sin fin de beneficios más que le podríamos encontrar, aunque por otro lado, siempre he pensado, que es una actividad que implica también sacrificio y mucha disciplina, por lo que sólo se debería llevar a niños o niñas que verdaderamente tengan el gusto de hacerlo, y no por el gusto de los papás... ;-) todo hay que decirlo.

De momento, y para empezar, nos va bien con los Cantajuegos. Los usamos como juego grupal en casa, y lo pasamos de maravilla, aprendiendo las canciones y los bailes. Me parece una buena forma, y muy divertida de iniciarse en el gusto por el baile, el movimiento, y la música. Les invitan, mediante la imitación, a participar de los gestos, los bailes, las canciones, cuentos y juegos.

Y si además liberamos endorfinas y nos hacemos más felices, ¡qué más se puede pedir!. ¡A bailar!



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