domingo, 22 de abril de 2012

Parto paterno (parte 2)


Recuerdo la espera en aquella solitaria y fría sala de Urgencias... me parecieron horas interminables. Apenas estábamos allí la la máquina de los cacahuetes, la recepcionista y yo.
Habían pasado enseguida a Ángeles y yo debía esperar fuera.

Separados por un muro de hormigón ella esperaba paciente, y seguro que un poco muerta de miedo, mientras la monitorizaban. Yo desesperaba al otro lado sin noticia de alguna clase.

Colgaba pinchada la via en el brazo, paliducha y un tanto desencajada aparecía por fin tras la puerta mi gordita embarazada, decía con voz temblorosa :
'Que me  dejan ingresada'.

Era hora de avisar a la familia, madrugada del día 28 y móvil en mano llamamos todavía temblorosos a dar la noticia del ingreso. Ya escuchábamos gritos de júbilo y alegría por el teléfono... !que ya viene!, !que quiere salir ya! y nos imaginábamos a todos corriendo de un lado para otro compartiendo nuestro nerviosismo.

Ya en la habitación asumimos un poco mas la realidad. Ángeles había expulsado el tapón mucoso y la sabia naturaleza manda ahora sobre su cuerpo. La monitorización ha ido bien y todo parecía bajo control además la familia ya estaba allí para arroparnos en todo momento.

Un enfermero hace entrada en la habitación allá hacia las ocho de la mañana, 'nos bajamos a dilatación', nos dice y así tomamos rumbo hacia los boxes de la planta inferior. Las ya conocidas caras de nuestros matrones aparecen por allí, fue un gran alivio y un empuje reconfortante ver a Antonio por allí.

De trato cercano, exquisito y sincero, de forma, formal, amena, dando esa seguridad que tanto necesitas en esos momentos, dejando entrever ese aire de complicidad. De un tu a tú que te llega, con serenidad y un saber hacer, propio, avalado por largos años de experiencia y profesionalidad. Esto y mas eran nuestros matrones. En especial Antonio y Alberto, gracias a los dos.

Exploración viene, exploración va, la maquinita muestra los latidos y monitoriza sin cesar las contracciones.
De pronto te descubres embobado mirando la susodicha gráfica que sale de que aparatejo, y piensas... esas curvitas tan rítmicas y puntiagudas que venían saliendo desde hace rato están desapareciendo ¿que ocurre?

Pues ocurre que las contracciones parecen haber dado un respiro a la futura mamá que ya sube, siendo la hora de la comida, camino de la habitación. 'Te mantendremos vigilada y esta noche la pasarás aquí ingresada, mañana te monitorizamos de nuevo,pero si no vuelven las contracciones mañana por la mañana te mandamos a casa'. 'Nada de eso', debió pensar Paula desde la tripita y sin mediar palabra recuperó fuerzas y allá hacia las 8 de la noche sacóse la agujita que celosamente guardaba para sí y plas! pinchó la bolsa amniótica como quien explota un globito de aire.

Corre que te corre a buscar a las enfermeras, segundos o minutos que parecen una exageración (da la impresión de que el bebé va a asomar en cualquier momento), por fin aparece el celador y allá va la gordita, montada sobre esa enorme cama de hospital, que parecía no poder pasar por la puerta, recorriendo los pasillos de camino al montacargas.

Ha pasado tanto tiempo desde que entramos por la puerta de Urgencias que ya ni sirve mirar el reloj, ha dado tiempo a que se produzcan dos cambios de turno en el personal del hospital desde entonces, y ahí está de nuevo nuestro matrón Antonio.

Nuestra ginecóloga, ya preparada, pasa por allí, está el anestesista, las enfermeras y matrones y otras tantas parturientas ocupando el resto de boxes y Ángeles se mantiene firme, los dolores son agudos, su carita refleja el dolor que sus labios no le permiten expresar, pero está contenta, está feliz, sabe que dentro de nada tendrá a su pequeña entre los brazos y eso le da fuerzas para seguir. Yo procuro ni respirar, mantenerme allí a su lado, atento a cuanto pasa, preparado para lo que ha de venir.... todo parece listo.


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